Rafael Céspedes Alcolea, es uno de los evangelios vivos, que definió el pedagogo cubano José de la Luz y Caballero, cuando expresó: “enseñar puede cualquiera, educar, solo quien sea un evangelio vivo”
Y no se equivocó. El magisterio lo escogió a él, cuando fue necesaria la campaña de alfabetización, dirigida por Fidel, ante el analfabetismo y la incultura que existía en los campos de Cuba como consecuencia de una sociedad neocolonial, donde mantener la población analfabeta, era un instrumento para explotar mejor.
Fue metodólogo en los años sesenta, del siglo pasado muy jovencito, cuando había que andar en un día muy normal, más de quince kilómetros y eran etapas lluviosas. También había menos personal de dirección, porque iniciaba el desarrollo educacional con la Revolución.
“Fui metodólogo y dirigí varias rutas y escuelas y ahora espero mi jubilación con la onda satisfacción de haber sido un soldado del magisterio cubano”.
Así habla Rafael, quien dirigió la escuela más grande de Guamá, la “Giraldo Aponte Fonseca” de casi mil alumnos y desde hace más de veinte años, dirige la Federico Hadfeg Martínez, del barrio Aserradero.
Al participar en el Día Territorial de la Defensa de Aserradero recientemente, explicó a todos, el valor de la educación cubana, sus valores morales, culturales y sociales y además, lo que significa estar preparado para desarrollar el Programa Educacional cubano, en condiciones de guerra.
Ya tiene 47 años de experiencia en el sector y aportó toda su vida a la hermosa tarea de enseñar al hombre nuevo de su tiempo y ha recogido con creses sus frutos.
“Puedo descansar tranquilo, porque ya he dado todo lo que pude y he pagado mi deuda martiana de gratitud, al haber sido formado con la Revolución y haber y entonces sido un educador, por toda mi vida.
Esa es la obra de Rafael Céspedes Alcolea, uno de los miles de maestros que embellecen la majestuosa obra, del magisterio cubano.