Daniel Dimet Hechavarría, graduado de la Escuela de Instructores de Arte, es un ejemplo vivo de las oportunidades que nos ha brindado más de 60 años de Revolución, pues no basta que desde pequeño este joven guamense sintiese amor inmenso por la música: sin el triunfo del 1ro de enero de 1959 por su humildad, el color de su piel y las marginaciones que sufrían miles de cubanos en la seudo república, sus sueños nunca se hubiesen hecho realidad.
Nos cuenta que siendo apenas un niño, empezó a crear vocación al ver a su padre en los ensayos con el septeto que reside en este Primer Frente Oriental. En aquellos inicios gustaba de sentarse a observar en una esquinita para ir aprendiendo las primeras lecciones o ser de aquellos que cuando se producían los famosos apagones de los noventa, sentarse en el portal con guitarra en mano con un candil junto a sus hermanos y primos a escribir sus primeros acordes.
El padre y su tío, que también estaba en el grupo, vieron el interés de Daniel por la música que defiende el septeto y empezaron a llevarlo consigo a otros espacios:
“Recuerdo cuando pequeño que ellos empezaron y tenían un espacio llamado “La casa de la Trova” -nos comenta- y se hacia la Noche de la Trova iba con ellos, mirándolos ensayar y deleitar al publico asistente. Eso fue trabajando en mí, creando y formándome una actitud más profunda hacia la música que ya estaba en mi sangre.
-¿Cómo llegaste a la Escuela Instructores de Arte? ¿Cuál fue ese camino?
-Desde que ya definí que me gustaría ser músico al principio se me presentaron problemas y trabas en la vida que me impidieron entrar en la Escuela Vocacional de Arte. Aún así mi papá me llevó aunque estuviese ya pasado de grado. Tenía los deseos y nunca me rendí. Luché mucho y seguí estudiando hasta que la única opción fue matricular en la Escuela Instructores de Arte después de terminado el noveno grado y bueno: seguí el camino que me guió al sueño y me gradué como Instructor de Arte. Esos años fueron inolvidables. Ahora como vez, no solo estudio la guitarra.
-¿Te sientes defensor de las raíces y cultura cubanas?
-Sí, y a mucha honra. ¿Quién mejor que yo, que siente vibrar el alma cuando entono a cuerdas limpias un son o un bolero característicos de nuestro argot popular o cuando les saco notas a algunas de nuestras obras cumbres desde el bombardino que ves? Me siento en todos los sentidos un defensor, un soldado, porque desde mi posición defiendo mi tierra, mi país, mi idiosincrasia. En fin, las tradiciones musicales tienen en mí, casa mientras yo respire.