Para el cubano altamente revolucionario de estos tiempos presentes, y que ama profundamente su Patria como la amaron figuras de la talla universal que fueron Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, Fidel Castro Ruz y otros tantos a los que sí nombrásemos sería una lista bastante extensa, pensar en esta fecha es volver a donde todo empezó, al origen mismo donde el criollo de aquel entonces decidió su suerte y convencido estaba, de que al debilitado Imperio Español la deseada libertad de la Isla Antillana, solamente se le podía arrebatar con las armas.
Ya muchas décadas antes de aquel suceso que puso la mirada de entes internacionales a lo que acontecía en Cuba, los patriotas del Oriente Cubano sabían de sobras que corrientes filosóficas tales como el anexionismo a los Estados Unidos o el reformismo pedido por algunos hacendados la corona Ibérica, de nada serviría para que el cubano primigenio alcanzara de veras las riendas de sus destinos, y fueron estas las fuerzas motrices de lo que sucedió en aquella jornada en el Ingenio de La Demajagua, donde más de treinta años de sacrificio y derramamiento de sangre de ambos bandos, faltaban para que se abrieran las puertas la ansiada República de la que tantos soñarían y morirían forjándola en la manigua al filo encendido del machete.
El Diez de Octubre es para la Nación que ahora seguimos sosteniendo con nuestros esfuerzos y ante las adversidades de los momentos presentes, una fecha que no debemos olvidar jamás. Un paradigma que nos impulsa a seguir adelante con la frente en alto cuando nuestros enemigos esgrimen sus ideales antisocialistas, y el sacrificio de los padres fundadores en uno de los ejemplos que nos dice con voz clara para todos los que resisten que hay que honrar ese glorioso pasado para seguir cimentando el futuro.