Encantos que vuelven a redimensionarse.


Por estos días en que los niveles de contagios de la Covid-19 en Cuba muestran indicadores confortables, se  flexibilizan algunas medidas de restricción como  la movilidad de personas y aislamiento social.

En este municipio costero   de Guamá perteneciente a la provincia de Santiago de Cuba, la vida se anima, las playas comienzan a mostrar colorido humano y sigue siendo un verdadero acontecimiento social ver cómo la familia guamense asiste a  estas exquisitas aguas, que miran al mar Caribe.

En las citas vespertinas sobre todo, esperando que el astro rey disminuya sus desafiantes rayos, acuden ya los bañistas chiviriqueños a sugerentes espacios de mar como: la playita de “Virginia”,  “El Marañón”, “El farito”, la del parque principal de Chivirico, «Tinito» que es muy concurrida y por último, las confidentes playas de CUPET y Los Galeones.

Todas tienen prefijada su clasificación. Unas para niños, libre de profundidades y amenazas de peces, otras para correr y hacer ejercicios dado sus extensos bancos de arenas y las que, esquinadas con exuberantes vegetaciones aledañas, se prestan para jugar a «los escondidos».

Chivirico recupera paulatinamente sus encantos, aún sin bajar la guardia por parte de sus pobladores quienes están conscientes que aunque vacunados ya, el «bichito coronavirus sigue latente y ya la mascarilla facial es una prenda más en el vestuario de cada quien.

Hoy vemos como un  indicador de aliento de vida de  los habitantes de esta zona  la asistencia a  las playas; que aunque quedaron huellas muy fuertes, difíciles de borrar en la conciencia social de los coterráneos del poblado, la vida se redimensiona.

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