Por tener el corazón pegado a la tierra, a los hombres del campo, a las familias campesinas y a sus problemas, el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro está hoy junto al campesinado, en cada uno de sus procesos.
Al niño Fidel le crecen en la retina La Sierra y sus habitantes, que con él formaran un armonioso conjunto de elementos en equilibrio. Desde la casa paterna aprende a amarlos, y su espíritu visionario sabe que ha nacido para servirles, para ser un igual, un hermano.
El juicio por los sucesos del Moncada sirve al joven líder para denunciar los atropellos a la masa campesina, desde esa tribuna clama por resolver el problema agrario en Cuba. Es a la sierra madre, a la Sierra Maestra, adonde vuelve los ojos una y otra vez en busca de inspiración, amparo o trinchera: cuando escapa de la represión horrenda tras los sucesos del Moncada… después, del desembarco del glorioso 2 de diciembre, cuando ya comienza a ser inmortal.
La acción de Alegría de Pío inicia un suave ascenso que la Historia tornaría vertiginoso hacia las cumbres que nutrirían cuerpo e ideas, desde entonces, siempre hubo allí guajiros de pelo en pecho. A Fidel le crece el amor a la Sierra y, gracias a él, las montañas se pueblan de barbas y melenas como clarines que ratifican que los relegados de ayer ya tienen quién se desvele por ellos.
Desde los primeros momentos, confía en aquella masa humilde y analfabeta que le corresponde con todo lo que tiene a su alcance, que viste con honor sus harapos trocados luego en uniforme verde olivo, e incluso parte de esa multitud ofrenda su vida para lograr el triunfo.
Entonces el mundo comienza a iluminarse, en especial el 17 de Mayo de 1959 con la primera Ley de Reforma Agraria, cuando la rúbrica ya famosa, los convierte gratuitamente a mujeres y hombres rurales en dueños de la tierra que fertilizaban con el sudor del esfuerzo.
La Segunda Ley es el jalón para emprender la verdadera agricultura pendiente de las necesidades del pueblo; ambas asestan golpes de muerte al latifundio, que durante más de medio siglo lleva al campesino vergüenza y explotación. Ante la victoria, la prédica futurista de Fidel es confirmada por la nueva realidad surgida del esfuerzo colectivo: la Sierra se vistió con casas confortables, escuelas de diversas enseñanzas, hospitales, carreteras, luz eléctrica…y otras comodidades de la vida moderna, van borrando Fidel y su huestes las desigualdades entre la ciudad y el campo.
Hoy, la niñez serrana goza de salud envidiable, y todos los pobladores de alta expectativa de vida. Los ancianos que lo conocieron evocan las hazañas o conversaciones sencillas con el Gigante y trasmiten a sus descendientes parte de la sapiencia y hombradía de quien fue, y es, un campesino más.